Mientras escribo ésta entrada, mi hermano se reintegra nuevamente a la vida cotidiana, después de haber sufrido una enfermedad fuerte que lo empezó a agobiar desde finales del año pasado. Parece que todas las pesadillas de hospitales, médicos, enfermeras, medicina angustias, lagrimas, etcétera comienzan a disiparse. Es por eso que estas líneas llevan dedicatoria a todas aquellas personas que nos apoyaron y que estuvieron al pendiente de mi familia, de mí, pero sobre todo de mi hermano.
A través de estos últimos meses me di cuenta de la importancia que tiene el gozar de una buena salud, comentándolo el otro día precisamente con mi hermano, nos pusimos de acuerdo en que uno a veces se pone muchas metas que quiere alcanzar, muchas cosas que quisiera realizar, muchos lugares por conocer, muchos eventos a los que queremos asistir, muchas personas que queremos conocer, pero si no tienes una buena salud todas estas cosas quedan sólo como deseos.
A diario nos levantamos muy temprano por la mañana, la mayoría desde que abrimos los ojos tenemos esa sensación de que ya se nos hizo tarde, ya sea para la escuela, para el trabajo o cualquier otro compromiso, salimos corriendo de la casa hacía nuestros destino y la vida muchas veces comienza a ser una rutina, nos sometemos a diversas presiones y para todo tenemos tiempo menos para un chequeo médico. Aquel dolorcito en el hombro se lo achacamos al estrés por tanto trabajo en la semana, el dolor estomacal a que no hemos comido a nuestras horas, el dolor de cabeza a que hoy si estuvo bien pesado el trabajo, la vista cansada a que pasamos muchas horas frente a la computadora, para todo tenemos un buen pretexto para no visitar al médico y además decimos: “Si me sigue doliendo ya voy a que me revisen”.
Sé que los que me conocen van a decir que no predico con el ejemplo, muchas veces anteponemos las cuestiones laborales sobre nuestra propia salud, pero ¿En verdad vale la pena? La respuesta es clara y obvia pero muchas veces no la queremos tomar, sin salud no tenemos nada, no sirve que te mates trabajando y cuentas con los mejores ingresos si no te das un tiempo para atenderte.
El año pasado leí un artículo en una revista que capto de inmediato mi atención y hace apenas volví a leer otro artículo en diferente revista sobre lo mismo, la muerte del empresario Alfredo Harp Calderoni debido a un infarto fulminante. Harp Calderoni era hijo del también empresario Alfredo Harp Helú y sobrino del hombre más rico del mundo Carlos Slim, contaba apenas con 39 años, muy joven para un infarto ¿no? Y más tomando en cuenta que era una persona que gustaba de practicar deporte. En el artículo mencionaban que Alfredo Harp Helú había estado sintiendo un dolor al cual no le dio importancia (como muchos de nosotros). Un hombre que lo tenía todo, negocios exitosos en diferentes ramos, dinero y una edad joven para disfrutarlo con su familia. Tal vez descuido lo más valioso con que contamos, nuestra salud.
La muerte de este empresario es un valioso ejemplo para reflexionar un poco y ponernos más atención, atiende aquellos dolorcitos sin esperar a que sea un dolor más grande, recuerda que en cuestiones de salud, no se debe de escatimar ni en dinero ni en tiempo y que para poder alcanzar eso que te propusiste debes contar con una buena salud.
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